Desde la primera “niña probeta” el 25 de julio de 1978, la biomedicina, entre otras cosas, no ha dejado de investigar para ayudar a quienes tienen graves dificultades para concebir.
Una entre un millón. Estas fueron las probabilidades de éxito que los médicos auguraron a los padres de Louise Brown, la primera niña nacida por fecundación in vitro (FIV o Técnica de reproducción asistida) en 1978, en el Reino Unido, cuando los científicos comenzaron a experimentar en este campo. El comienzo de algo que hoy supone la existencia de más de 5 millones de personas de manera directa, y una clara demostración de que este tipo de técnicas son una parte esencial de los tratamientos para la infertilidad.
Con el tiempo, no solo las personas nacidas por este procedimiento estarán en deuda con la ciencia, sino también sus hijos y otros descendientes que nacerán gracias a otra victoria más de la biomedicina. Como el pequeño Cameron John Mullinder, el primer hijo de Louise, que pese a haber nacido mediante fecundación normal, vive gracias a la fecundación in vitro.
Las últimas técnicas han logrado que, hoy, en cada intento se supere la tasa del 50 % de embarazo en mujeres menores de 38 años. En definitiva, una muestra más de la fuerza con la que crece la biomedicina, que no solo aspira a eliminar las barreras biológicas que impiden a algunas personas concebir un bebé, sino a derribar todos los muros que nos encontramos para mejorar nuestra calidad de vida. Afortunadamente, hoy día, disponemos de más recursos y ayudas para investigar que la que tuvieron esos investigadores (a los que hoy llamaríamos emprendedores biotecnológicos) en 1978, como por ejemplo, las plataformas de crowdfunding que permiten hacer llegar a más personas proyectos e ideas muy interesantes que buscan la participación e implicación de la gente.
Si estás interesado en colaborar con estos emprendedores y con la ciencia, puedes descubrir algunos proyectos aquí.
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